No sé mucho de botánica, pero sé distinguir una rosa de una margarita. La mezcla de colores me fascina. Rosas rojas con el tallo verde y lleno de espinas, mezcladas con margaritas de lígula blanca, disco amarillo y tallo piloso me producen un placer enorme. Tras comprar el gigantesco ramo no supe si entregárselo a mi hermano o quedármelo en casa. Estuve dudando toda la tarde.
Esa noche, una vez desempolvado el viejo traje, dormí envuelto de leves vigilias, sueños agitados, vacíos profundos y botánica. En general mi cerebro se hundió en la infancia a través de pasillos antiguos que llevaban a caminos de tierra en los que me acompañaba una voz que no quería. Ves, decía la voz, eso es manzanilla y aquello jara pringosa. Yo asentía sin escuchar, el oír me traspasaba de oreja a oreja, como siempre que se hablaba de plantas. En una pequeña vigilia supe que la voz del sueño era la de mi tío.
Mi tío no fue buena gente. Al morir mis padres en un trágico accidente de coche sobre un puente del río Tajo, él y mi tía se hicieron cargo de nosotros, mi hermano mayor, Claudia, mi hermana pequeña, y yo. Era un hombre de campo, decían que rudo, de buena posición, no faltaba el dinero, mi tía tenía la tienda del pueblo y su hija el bar. Era un cabrón que le pegaba a su mujer, a su hija y lo intentaba con mi hermana pequeña. No se lo consentí. Creo que por eso me zurraba con rabia tras cada salida matutina para aprender las plantas.
Claudia se casó joven con uno al que no quería pero que se iba a Madrid, a la construcción, mucho mejor que mi tío. Mientras yo, antes de ir a la mili, una estupidez a la que te obligaban antes, seguía día tras día paseando con mi tío y escuchando cosas de las plantas. A esas alturas mi hermano mayor se las sabía todas, ya no salía a pasear. Luego, ufano, se fue a la mili y al terminar se quedó en Bilbao. Bilbado decía para hacerse el fino.
Yo, después de que terminara mi milicia, emigré a Barcelona y durante unos años fui feliz trabajando en la hostelería. He tenido varias parejas y el clima es muy agradable. Una tarde de marzo me notificaron que mi tío había muerto y yo tenía que ir a un notario junto a mi hermana y mi hermano. Ella no se presentó, el sí. Mi hermano se llevaba todo, menos una vajilla para mi hermana y una guía de campo de botánica para mí. Cuando digo todo quiero decir las tres casas, las cinco fincas, el bar y la tienda.
De repente recordé el nombre de otra planta, una que no había que dejar que se comieran las cabras. Al final le daré el ramo a mi hermano. Lástima que haya fallecido y no pueda oler el aroma de mi ramo. Conium maculatum, hace unas infusiones de miedo. También la llaman cicuta.