El osito.

Era un oso de peluche, pequeño, de dos palmos, amoroso y cálido. Hijo, me dijo Gabriel, su mirada no me gusta. Pero si es un muñeco respondí, Que no, que no, que no me gusta como mira, dijo Gabriel, llévatelo de aquí. Me lo llevé. No sabía qué hacer con él y lo dejé junto al contenedor de papel, el de color azul. Gabriel ejercía de padre por imperativo legal, pero no lo era. Nunca conocí a mi padre, dejó embarazada a Amelia, esa sí es mi madre, y se largó. A lo que iba, dejé el oso en el contenedor, el oso era verde. A la mañana siguiente el oso ya no estaba, en su lugar había el cadáver de Remedios, destrozada. Remedios era una indigente que pedía por el barrio. Un hombre que era de madrugar para sacar a su perro fue el que llamó a la policía. Un enorme oso verde, dijo, cargó contra la mujer y salió corriendo.

A partir de aquí las cosas fueron sucediendo a cachos. El mundo buscaba un  oso enorme de color verde y yo tan solo quería recuperar mi osito de peluche. Con cuatro cadáveres más es complicado explicarle a Gabriel que la culpa es suya por obligarme a dejar al osito verde en un contenedor. El sol iba saliendo por el este y la primavera templaba el ambiente, era todo mucho más cálido. Yo salía más y buscaba mi osito verde de esquina en esquina, Mira, eso me enseñó a conocer la ciudad, Barcelona es rara, tiene una montaña con un bosque y un observatorio astronómico en el norte, otra montaña con un castillo en el sur, un mar amable que la recorre y muchas líneas rectas que facilitan buscar ositos verdes.

Mi osito verde ya había matado a ocho mujeres cuando lo vi, fue un anochecer de noviembre recién llegada la noche. Nunca he entendido cómo no lo pillaron antes, yo había pegado el estirón y estaba por el metro setenta, el osito medía más de un metro ochenta. En ese momento estaba quieto en el portal de un barrio periférico, me escondí tras un contenedor amarillo. Salió una mujer joven y el osito la cogió por el cuello y la mató. No podía creer que mi osito verde hiciera eso. Me quedé bloqueado. Cuando el osito se montó en el coche de Gabriel no fui capaz de reaccionar.

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