Sequía.

El cielo está limpio, el viento refresca. Demasiado tiempo con viento y demasiado cielo impío. Las lágrimas del cielo se acaban, ya no lloran sobre los bosques ni los huertos. De terror hay gritos en el campo, gritos que avivan llamas de dolor. Suerte que somos los señores, los que ajustamos la ira y el dolor, el devenir está en nuestros nudillos. Tanto tiempo que ni mis ojos lloran. Mis ojos tan secos como el planeta. Ahora que puedo me asomo a la terraza por las mañanas y veo a unos chavales, que tampoco lloran, yendo al colegio. El Sol aparece grandioso entre unas nubes secas, amanecer de foto. La brisa es fresca, te acaricia la piel y te hace creer que todo es correcto. Llega la ilusión una mañana, caen gotas sobre el asfalto, pura ilusión, magia. Se abre el corazón para cerrarse de nuevo, ha sido un estertor, un suspiro. Hoy me ha salido una lágrima y la he lanzado al vacío junto a un esputo. Me han robado el color, me han cambiado el tono, verdes que se esconden, que mutan en ocres, arcillas como fuegos y cansinos cielos azules. Con suerte abonaremos este páramo yermo que hemos destruido a fuerza de humanidad, estupidez y egoísmo.

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