Veníamos de unos meses raros, de un otoño que jugó a verano y un invierno que tonteaba con temperaturas primaverales, pero escupiéndonos a la cara en lugar de llovernos. Esa situación daba para infinitas escusas, el mal dormir la más frecuente, luego el mal comer, el mal estar, el mal follar, el mal…el mal. Julio, que es un señor, no un mes, estaba mal de todo, como todos, pero sobre todo de mal dormir. Dijo que llevaba tres meses sin dormir y yo, que era su vecino, tuve que asentir en el rellano de la escalera. Es lo que tiene ser vecino de rellano, que de vez en cuando te tropiezas con otro vecino. A mí los vecinos me importan una mierda, yo vivo en mi mundo, pero por educación saludo.
Julio, hay que ser fieles a la verdad, tuvo que dormir muy mal, sin no es imposible que se le apareciera el anuncio de “Porta dels Somnis”, así en catalán, “Puerta de los Sueños”. Para que se te aparezca el anuncio de “Porta dels Somnis” mientras estás dando vueltas en la cama, has de estar muy jodido. Y Julio, ni corto ni perezoso, vio el anuncio, se acercó a la puerta y la abrió. No solo eso, tuvo el valor de entrar en la absoluta oscuridad que había detrás y cerrar la puerta tras de sí. Al cabo de un rato notó el hierro oxidado de la segunda puerta, la de verdad, una enorme puerta de hierro macizo y dos cuerpos que Julio empujó hasta dejar paso a su cuerpo. Cuando Julio pasó a la nueva oscuridad cerré la puerta. Yo es que vivo entre mi casa y la “Porta dels Somnis”, hago un poco de encargado.
He conocido a personas de costumbres raras y mal dormir. Un tío que no podía conciliar el sueño si no hervía percebes con Moët & Chandon, el subsidio del estado no le daba para chorradas y una noche conoció la “Porta dels Somnis”. Julio fue diferente. Pensé que fue una noche jodida, pero no, Julio se tropezó con la puerta en esa noche de buen dormir que le abordó un jueves sin venir a cuento. Creo que fue el agotamiento de tantas semanas en vela lo que afloró ese jueves. Quedó roque y se tropezó con la puerta. Cuando traspasó la segunda, la de hierro, yo lo miraba, ¡Coño, si es el vecino! Pensé, y observé como empezaba a caminar a ciegas por el mundo a oscuras de la “Porta dels Somnis”.
Caminar por la “Porta dels Somnis” es una experiencia rara, tan pronto notas que pisas suelo sólido como notas que flotas de lado en medio de una Nada. Puede que estés boca abajo caminando por un techo o subiendo a toda velocidad para dejar el océano y respirar aire. Como estás a ciegas la sensación es rara y les asusta bastante. Luego se tropiezan con un sueño y todo va bien. Menos cuando te tropiezas con una pesadilla. No fue el caso de Julio, que se encontró con un sueño dulce. De repente dejó la oscuridad y un Sol naciente acunaba su lecho. La tibieza de la situación era tan confortable que invitaba a quedarse allí para siempre. Un cachorro de ciervo comenzó a lamerle los pies bajo las sábanas y Julio se levantó sonriente, cogió al cachorro en brazos y se fue caminando por el camino que partía en dos a un frondoso bosque reventado de pájaros cantores.
El lago que recibía las aguas de una bellísima catarata invitaba a un baño. Julio estaba a punto de entrar en el agua cuando un gigantesco cocodrilo asomó con las fauces abiertas. Julio retrocedió asustado soltando al cervatillo, y un rabioso dragón salió también del agua cercenando la cabeza del cocodrilo. Ya no tienes que preocuparte, dijo el horroroso dragón, puedes bañarte tranquilo, se comió al cervatillo de un bocado y se hundió en las profundidades del lago. Julio no sabía que hacer, si bañarse o no. Ni se te ocurra, escuchó Julio a sus espaldas, un conejo pelirrojo le aconsejaba salir de aquel lugar y acompañarle a la Pradera Limpia junto a la Colina Plana. Pero tienes que ir desnudo, dijo el conejo, como yo. Julio, obediente y más tranquilo, se quitó la ropa y siguió al conejo.
La Pradera Limpia es una extensión enorme de malas hierbas y zanahorias, hay zanahorias blancas, naranjas y rojas. Siéntate aquí, le dijo el conejo a Julio, y descansa mientras yo voy a almorzar algo. Julio respondió que también tenía hambre, pero el conejo, con toda la razón del mundo, le respondió que él estaba soñando y soñando no tiene sentido comer. Julio asintió ante aquella obviedad y el conejo se alejó de él comiendo zanahorias rojas, solo rojas. Al volver al lugar donde Julio descansaba, este se dio cuenta de que el conejo había crecido enormemente, le habían salido colmillos y babeaba sangre. Julio se asustó, se levantó, cogió la piedra sobre la que había estado sentado y le reventó la cabeza al conejo.
Julio salió corriendo hasta tropezarse con las puertas de la “Porta dels Somnis” y, claro se despertó. No sé por qué no salió bien la muerte súbita en la cama, que es lo que estaba previsto en el Almanaque. Ahora me lo tendré que cargar con métodos convencionales.