La tarde estaba desapacible, sin embargo la AEMET decía lo contrario, así que salí a pasear. Sabrán más ellos que yo, pensé, Si tengo suerte me mojaré. Vi un gorrión posado en un árbol, miré al cielo y estaba limpio de aves, tan solo dos gaviotas volando bajo. Va a caer la de Dios, me dije. Ahora, que están todos los animales quietecitos, es cuando se ponen ha hablar entre ellos, sonreí y mi mente se fue hacia Esopo y sus fábulas: La cigarra y la hormiga, El lobo y el cordero, El murciélago y las comadrejas, La tortuga y la liebre, y tantas otras. No sé por qué me obcequé con Esopo, mis pensamientos saltaban de una fábula a otra sin verle el sentido a las moralejas. Un sinsentido.
Para quitarme a Esopo de la cabeza miré hacia adelante, observando las pocas flores, las hojas de los árboles y las piedras del camino, pero nada. Nada hasta que noté la lluvia. Miré al cielo dudando de los meteorólogos y, al bajar la vista, vi a una mujer desnudándose junto al lago. Le grité algo así como: ¡Oiga! ¿Qué hace?, pero de mi boca salió el trino de un jilguero. Cerré la boca, sorprendido, la mujer se giró, estaba llorando y emitió un maullido que, de por sí, ya es sorprendente. Más sorprendente aún es que lo entendí.
Maullaba la mujer desnuda y, a la vez, lloraba. La mujer quería hundirse, ahogarse en el lago. Lo supe porque comprendí su “Mau, miau miau, marramiau, miaugrrr, miiii imiau”. Yo contesté “Piii, griipritbrriimitirri, piripriiiri”, lo que viene a ser: ¿Por qué quieres tirarte? y ¡Ni se te ocurra!
Avanzo el final, que no está muy bien visto en literatura, pero no se tiró al lago y compartimos juntos unas hamburguesas de una cadena americana en las que los camareros mugían como vacas, que con el día de mierda que hacía no había nada más abierto. La mujer gato tendría un nombre, pero no me lo quiso decir. Se levantó con la idea de irse. Yo le dije: “piii, pripiu, prrr, biurriii”, que quiere decir “Esta historia ha de tener una moraleja”. Ella respondió: “miirrimau, grrrrmimiau, Miau” Vamos, que ni moraleja ni hostias, que me dejara de fábulas y que pagara yo la cuenta.
De todo esto que me ocurrió no he aprendido nada, pero ahora soy un gran campeón. Pocos días después de mi encuentro con la mujer gato, una mañana de sol, volví a lago con un ejemplar de las fábulas de Esopo, me desnudé y me puse a leer trinando el texto en voz alta. Al rato noté unos hilos de nylon que me envolvían. intenté liberarme y no pude. Un hombre gordo me metió en el maletero de su furgoneta. Cuando me sacó de allí, mi cuerpo era el de un jilguero y volvía a hablar como una persona, o eso creía. Ahora vivo colgado en la pared de una galería, junto a una lavadora vieja que no para de quejarse, en el piso once de un bloque de pisos.
Cada siete días, si hace sol, el gordo me envuelve con una tela y me la quita en un parque con más gordos. Me pone a tomar el Sol junto a más pájaros, otros jilgueros, verderones, canarios… Entre nosotros hablamos en castellano cerrado y cantamos coplas y cosas así.
Mi gordo me trata muy bien, cada vez que gano un premio de cante me da comida especial. La semana que vienen cambian la lavadora por una nueva que no se quejará. Porque soy un campeón.
No sé que pinta Esopo en todo esto, pero ahí está.