La función

Ayer fui al teatro. No es que tenga devoción por el teatro, en realidad no me interesa en absoluto, pero era gratis. Me ofreció la entrada una conocida que gestiona un grupo de teatros en Barcelona. No solo era gratis, era domingo por la mañana y llovía. El tipo de mañana insulsa que tanto me jode, y me dije: Pues bueno, al teatro.

Menos mal que fui al teatro, y ahora que lo pienso, a saber por qué cojones llevo este diario, vanidad, seguro, pura vanidad, bueno, que menos mal que fui al teatro. He de reconocer que la obra era buena y el actor brutal, un monólogo sobre la memoria esa de nuestro país que nos visten de tonos ocres y, a la que te giras, rezuma sangre sin explicar, dolores sepultados y lágrimas muertas.

Si algo saqué en claro es que no vuelvo al teatro. No, ni en domingo ni en día laboral. No, No vuelvo porque me da mucho trabajo. Tardaré una semana entera para solucionarlo y el dinero que me costará. No es plan. Y es que el cambio climático está dando mucho por culo, que si calores insólitos, que si diluvios sorpresa…No vamos bien. El domingo pasé la tarde dándole vueltas a la cabeza y revisando el tiempo que había hecho en este país en el último mes. Ya de noche reservé billete de tren hasta Cáceres para hoy y miré el parte meteorológico. Tengo una pequeña finca en Cáceres.

El actor tenía la clave, yo ni me había dado cuenta. Con tanta lluvia la tierra removida tras enterrar a un muerto no se está quieta y lo escupe. Yo tengo seis asentados en la finca, pero el último es fresco, de hace una semana y media, no puedo dejarlo así.

La obra se titula “El enterrador”.

 

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