Nadie entendió el suicidio de Armando. Ni su mujer, ni su hijo, ni, mucho menos, los compañeros. Pero el hecho es que, tal día como hoy, hace un año Armando Cobas se puso delante de las vías del tren justo cuando pasaba la línea de Vilanova y la Geltrú. Lo identificaron gracias al Rolex de imitación y al Lacoste de mercadillo…bueno, el DNI también ayudó. Dejó una nota sobre la mesa de la oficina. Era simple: Hasta los huevos.
Lo cierto es que cinco meses atrás Armando era feliz. Trabajaba en un programa del ayuntamiento, tenía tres buenos compañeros y unos jefes muy majos a los que adulaba en broma, y los días pasaban felices. Como siempre habían pasado desde que se licenciara en derecho.
— ¿Nunca has ejercido de abogado? —Le preguntó Nuria una vez.
Armando hizo uno de sus chistes y salió por la tangente. Luego comenzó a hablar con ese gracejo suyo hasta que llegó la hora del almuerzo que convocaba a muchos de los empleados en el bar de Rosa, una inmigrante china que hacía unos bocadillos espectaculares.
Esa rutina se veía interrumpida de tanto en tanto, cuando se tenía que pedir unas horas o un día para llevar a sus padres al médico. Ella, la madre tenía una enfermedad complicada, padre y madre eran muy mayores, y Armando era hijo casi único. Su otro hermano vivía en la otra punta del país.
Nuria se extrañaba. Armando era joven. El resto del equipo se había visto arrastrado por la crisis del 2008 y ya calzando una edad, pero él, con treinta y ocho años y licenciado en derecho, estaba acomodado con el trabajo medio precario del ayuntamiento.
Nuria no era psicóloga, era licenciada en historia, pero tenía un sexo sentido, una broma personal, y ató cabos. Armando vivía en una zona de confort. Vestía de marca falsa, la mujer trabajaba en precario, la niña iba a un colegio de pago, tenía un coche de alta gama, pagaba una hipoteca alta. Los números no cuadran, pensó Nuria.
La pareja quedó en paro, la madre se moría, el padre no regía, el programa del ayuntamiento se terminó y el salió de su zona de confort. Había vivido siempre arropado y al verse desnudo se cayó en las vías del tren.
