La Grima

A esos hábitos y comportamientos irracionales que dan repelús

Cuando Ella nació brotando del lagrimal de aquella chica que rebosaba felicidad al conocer que su hermano se había curado de una grave enfermedad, y la dejó resbalar por su mejilla, creyó que la vida de una lágrima de alegría sería, por fuerza, fácil y regalada.

Tras caer limpiamente en el río la ilusión le duró apenas unos metros corriente abajo.

— ¡Hola! ¡Qué alegría! Soy Ella, una lágrima de alegría, y estoy encantadísima de conoceros, de conocer a tantas gotas, tantas hermanas, millones de hermanas. ¡Qué felicidad!

— ¡Eh, atención! —Gritó Dulce—. Una jodida lágrima salada se quiere mezclar con nosotras. Ya sabéis lo que hacer.

Y forzando la tensión superficial aislaron a Ella en el centro del río. La corriente avanzaba y Ella intentaba explicarse.

— ¡Pero si soy una lágrima de alegría! ¿Qué os he hecho? ¿No estáis contentas de conocerme? No soy diferente a vosotras y, además, soy de alegría.

—Eres salada y nosotras dulces.

—Pero agua al fin todas ¿No? —Quiso argumentar.

—Aguas distintas —Respondió dulce secamente.

Ella estaba alegre, pues era su condición, pero no estaba a gusto entre tanto desprecio que no comprendía. El caudal llegaba ya al estuario y las aguas del río murmuraban: Menos mal. Ya era hora. En un rato la lanzamos a mar abierto y que se encarguen de Ella las muy saladas.

De repente Ella  notó un fuerte impulso hacia abajo; la estaban hundiendo hacia el fondo, y para su sorpresa se encontró con miles de gotas saladas como ella.

— ¡Que no! ¡Que no eres como nosotras! Nosotras somos salobres y orgullosas. ¡Fuera de aquí, apestada! —Y Ella se vio empujada hacia arriba hasta reencontrarse con Dulce y sus hermanas. Y así estuvo un buen tiempo, de arriba a  abajo y de abajo hacia arriba, siendo insultada por unas y por otras hasta que perdió el sentido de la orientación.

Despertó en medio del mar, justo en la cresta de una ola.

— ¡Bien! Ahora sí. Ahora estoy entre mis iguales. Hola a todas. Soy Ella, una gota salada como vosotras. ¡Qué mar más maravilloso! ¿No estáis contentas?

— ¡Cuidado: otra lágrima de esas! ¡Avisad al equipo!

— ¿Qué es el equipo? —Preguntó Ella— ¿No os gusto? ¿Por qué no os gusto si soy salada como vosotras?

—Eres una jodida lágrima de mierda. Nosotras somos más saladas, las Muy saladas. ¿No querrás compararte, verdad?

Llegó el equipo de gotas de mar que aisló a Ella y se la fue llevando hacia el cerco. ¿Qué es el cerco? Preguntó con una sonrisa alegre (no en vano era una lágrima de alegría), ¡Ya lo verás! le contestó el equipo con un tono hosco. ¡Entra! Y entró.

— ¡No me hagáis nada, por favor! ¡No me hagáis nada!

—Tranquila chica. ¿Qué te vamos a hacer? Si somos lágrimas, como tú.

— ¡Ah! Es que hasta ahora solo me han maltratado e insultado…y somos todas tan iguales, que…

En aquel cerco de miles de lágrimas Ella se sentía a gusto y feliz; más aún cuando le dijeron que el cerco viajaba hasta un lugar donde solo estarían ellas, las lágrimas, un paraíso, un mundo entre iguales.

— ¿Dónde está? —preguntó Ella.

—Las muy saladas han dicho que en una playa no muy lejana.

— ¿Y sabéis cómo se llama?

—Ghetto. Creo.

En Ghetto iniciaron una vida nueva, con sus leyes y sus costumbres. Una vida solo para lágrimas.

—Claro que —dijo un día Ella— a mí las lágrimas de tristeza…No sé.

 

 

Enviar comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Pin It on Pinterest

Share This
¿Te Puedo Ayudar?