Hablando lienzos

Paisaje con figura 3,141592…

Llevo años preguntándome quién sería aquel tipo y qué hacía allí, de espaldas en medio del campo. En su momento no pude preguntarle al autor debido a que murió de un aneurisma de aorta la misma tarde de la inauguración. Es lo que tiene el morir, que va a su bola. Ni que decir tiene que, bien por amistad, bien por curiosidad o porque en aquel momento disponía de efectivo, le compré el lienzo al difunto.

La tela es un paisaje de 73 centímetros de largo por 54 de alto, un óleo trabajado con bastante oficio, resultón y agradable de mirar a no ser por la silueta del tipo aquel, con su cuerpo recortado de espaldas entre una encina y un matorral indefinible. Por algún motivo el hombre me incomodaba. He tardado tres años en llegar a una conclusión y el resultado ha acabado con mi interés por el cuadro. Intento venderlo.

La luz lateral, dorada, y los reflejos naranjas, quizá excesivos, nos hablan de un amanecer o un atardecer. Como no conozco el lugar no puedo saber dónde está el este, pero fijándome en el pasto, ejecutado con pincelada basta y excesiva materia, ya amarilleando, como a finales de la primavera, y mecido suavemente por una brisa que inclina la obra hacia la izquierda, concluyo que es un amanecer con viento solano. ¿Qué haría el hombre al amanecer en aquel lugar? ¿Pasear? Es probable, se adivina un camino de tierra a la derecha de la encina. Pero ¿Por qué se aparta de su ruta? Especulé con el descubrimiento de unas setas, pero en la fecha que aparenta el lienzo, a finales de junio o principios de julio, es improbable. El encuentro de algún animal era otra posibilidad, pero la postura indicaba que el animal debía de estar quieto delante del hombre y un ciervo, un zorro, un buitre o cualquier otra especie habrían salido huyendo, y si hubiera sido un jabalí acorralado, el que huiría sería el señor. Si el animal hubiera estado muerto, la postura del hombre no habría denotado relajación y placer. Concluí que no era un animal lo que le había sacado de la ruta matutina. Al pensar en la postura de relajación y placer llegué a la conclusión final, el tipo aquel acababa de mear. Yo también me relajé y, en un alarde de tontería sublime, titulé el cuadro como “3´1416 en plural” (Pi S) y hasta me reí de la ingeniosa estupidez.

No obstante, una semana después iba yo paseando por el campo y me entraron unas fuertes ganas de orinar. Entonces me di cuenta de que para ejercitar aquella noble función fisiológica a los varones no nos hacía falta apartarnos del camino salvo en ocasiones de excesiva afluencia de público, y ese no parecía el caso del hombre del paisaje. Volví a casa y escudriñé de nuevo el óleo. La silueta estaba de pie, pero si te fijabas se percibía una ligera inclinación del torso hacia adelante, y la curvatura e inclinación de los hombros podían sugerir que tenía algo cogido entre las manos. Además el entorno, entre la encina y el matorral, con el pasto alto por delante mecido por el aire, me hicieron ver que si el tipo se agachaba quedaría fuera de la vista de cualquiera que pasara por la zona. Lo que fuera que lo sacó del camino requería de escondrijo, y ya por fin lo tuve claro: Al hombre le entró un apretón y se le inmortalizó en el lienzo en el momento de taparlo con piedras.

50 euros, solo 50 euros, no puedo bajar más.

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