Gracias a Luis Pastor y a Pedro Pastor por hacerme llorar. El llanto es un ejercicio que no está de moda, una lástima. El llanto es esa lluvia interior que, al tocar alma, huele a niñez, a dolor, a amigos, a duelo, a cariño, o a lo que cada uno tenga en ese terruño de la memoria. El llanto es un desinfectante de tonterías, y a los desinfectantes les tenemos pavor. Estamos más a gusto con las cremas y los perfumes, con las sedas y los tules, con los olores viciados, los aromas sin recuerdo y los cielos olvidados. Que cada palo aguante su vela, se decía, y matamos a las velas dejando a los palos solos, ahogados en recuerdos borrosos de historias desvanecidas. Llorar no es pena, es recuerdo, es ayer y también hoy. Llorar es abrazar la vida por arriba, por abajo, por delante y por detrás. Llorar es conocimiento, es imaginación, amor y abrazos al viento. Lloremos un poco más. Que el llanto es transversal. Lloremos también de risa, pero no lloremos deprisa, tomémonos tiempo, mastiquemos el llanto poco a poco, hasta digerirlo y comprenderlo. Solemos llorar en privado, en público son plañideras, ves, las mujeres salen perdiendo hasta en el llorar. Hace años, un otoño, llegué caminando al pueblo con un petate militar y oí mucho llanto. Plañideras velando a un cadáver, puertas de la casa abiertas, y mucha vela, cera para una eternidad. Lágrimas caídas en un suelo sucio, lágrimas mentirosas. afortunadamente el bar estaba abierto y me tomé una botella de cava, los bares no cierran ni con lágrimas. En ese velorio estaban todos los llantos de Soy y de los Olvidados. Lo que viví en primera persona y sin pretenderlo en Soy, y lo que me han explicado de los Olvidados. Cada paso en esta vida, sea triste o feliz, necesita que guardemos una lágrima para el momento oportuno. Cuidando el llanto cuidamos la ternura, la caricia, el humor, el aire solano besando tu rostro, el arrullo del caño de la fuente vieja, el adiós al Sol que huye y el hola al Sol que, avergonzado, vuelve.