Y Pili salió del supermercado, me dio una colleja y me preguntó que cómo estaba y si me acordaba de ella. Yo no veía a Pili desde hacía tres años, ya sabéis, con la pandemia y todo eso… Pues claro Pili, dije, ¿Qué tal? Bien, respondió, Estaba más rubia, es lo que los años hacen con algunas mujeres, tan sonriente como siempre y con ese cuerpo de matrona que todo lo abarca.
Nos intercambiamos las vidas de tres años junto a un puesto de la ONCE, en un plis plas. ¿Sigues escribiendo? Preguntó, Por supuesto, contesté. Tengo una muchacha que quiere ser escritora, ¿Podrías venir un día? ¿Dónde? Repregunté. Ahí detrás, dijo levantando una mano señalando unos bloques de vecinos, tenemos un local que hemos preparado para las chicas y algún chico que quieren estudiar.
Con la indicación de Pili tuve que preguntar a medio barrio, al final di con el local. Allí estaba Pili con cinco chicas y un chico que trasteaban con tres ordenadores y una impresora, tras una puerta se oía una guitarra española. Todas iban de negro, el chico también, modernas, pero de negro, debía ser la tendencia. Pili, dije, ¿Quién quiere ser escritora? Alba, contestó Pili señalando a una chica de unos catorce años, Pues quedamos un día aquí, dije dirigiéndome a Alba, y me enseñas lo que escribes, o mejor, os dejo mi mail y me lo envías, así adelantamos. Perico, el chico, apartó su cara del smartphone, me miró y soltó un estentóreo: Yo también quiero ser escritor.
Pili me fue dando los nombres de sus chicas. Esta es Laia y está empezando el bachillerato artístico. A Alba ya te la he presentado. Perico empieza una formación profesional de segundo grado, quiere ser mecánico y escritor. Rosario, dijo señalando a una chica alta y rubia, va a estudiar danza en el Institut del Teatre. Carmina continua en la escuela de música, estudia piano, historia de la música y más cosas que no sé decirte. Y, la última, Santa, una chica que estaba absorta frente al ordenador, empieza el bachillerato de Ciencia y Tecnología.
Santa pareció despertar de repente y con un folio en la mano me preguntó: ¿Sabes de logaritmos? Santa tenía una prueba, el veinte por ciento de la nota. Tenía las preguntas y había que estudiarlas, también darles respuesta y justificación el día del examen. Pili me dijo que Santa era muy inteligente, pero en la escuela del barrio no se daba la preparación adecuada, que estaba un poco dejada por el ayuntamiento. Quizás sea, argumentó, porque el ochenta por ciento de los alumnos son como yo, gitanos.